Ya
estábamos lejos. Lejos, que se dice pronto, y es una palabra tan corta. Y no
podíamos evitar esa inercia de querer acercarnos, porque la soledad es una
cuesta. Pero estaremos más noches así: pensando cómo serían nuestras vidas si
tú y yo fuésemos nosotros, y no dos islas desiertas. Dos continentes sin
descubrir. Dos selvas vírgenes, en las que nadie se quedó a vivir nunca. Pero
vuelve a hacer frío y no eres tú, aunque parezca que esta necesidad de entrar
en calor sólo hable de ti. Ya estamos muy lejos, y empiezo a pensar que la
distancia que hay entre los dos, también nos está alejando de nosotros mismos.
Porque no queremos seguir en una vida con cama individual y sin espacio en el
armario para decir "te quiero". Así que retraso otro día más la
mudanza a tu boca. No me decido a saltar sin paracaídas a tus brazos, que de no
cogerme, me condenan a una caída catastrófica. De esas que duran, lo que tardan
en caducar los sentimientos por alguien. Pero, mientras tanto, asómate a la
ventana, te he dedicado todas las estrellas que he podido contar desde aquí.
Otra noche más.
Subscribe by Email
Follow Updates Articles from This Blog via Email
No Comments