Compartir

sábado, 3 de mayo de 2014

thumbnail

Pero dolía



Sus ojos se apagaron esa noche. Aquel destello de luz divina se dejó de transmitir desde que se negó a aceptar un estruendo nostálgico más.
Un vacío desde entonces ha gobernado el alma inocente de alguien que ni siquiera pidió vivir. Pero la muerte acechaba. Así como la vida, la muerte quería poner sus manos sobre el alma de aquel miserable mortal; quería hacer su obra de arte con su vida, aunque eso implicara arrebatársela, porque lo irónico de la muerte es justamente eso, quitar la vida.

Pero no era suficiente. Aquél mortal sabía que tendría que pasar eso algún día, y por eso fue que cerró voluntariamente las puertas de su corazón, para irse acostumbrando a vivir con los ojos oscurecidos por la desidia y el corazón ennegrecido por su vana esperanza de felicidad.

Pero dolía, verle sin vida caminando por la plaza sin destino, dolía. La vehemencia con que la vida le golpeó le dejó cicatrices que se le veían a distancia. Y el cielo se entristeció. Y la luna dejó de brillar. Y las estrellas se escondieron. Todo el universo conspiró en abandonarlo, ya no había sentido de intentar llenar el corazón de alguien con un vacío infinito.

Y las nubes se tornaron grises, y lo vieron llorar. Y no pudieron evitar asimilar su dolor y lloraron con él. Y llovió ese día. Y su corazón dejó de vivir para siempre. Lo abandonó, dejó de latir. Porque en el dolor, en medio de la prueba, hasta el corazón traiciona.

Subscribe by Email

Follow Updates Articles from This Blog via Email

No Comments

Vistas de página en total

Con la tecnología de Blogger.

On Line